Ya se sabe, la iglesia siempre ha querido influir en la vida de la sociedad en general, y en el apartado sexual en particular. Que tengan sus propias ideas religiosas, que consideren algunas conductas poco apropiadas para católicos, está bien, pero que a los demás nos dejen en paz, y que tengan un poco de consideración y preocupación por la vida de aquellas personas que, por desgracia, tienen mucho riesgo de enfermar por ciertas conductas de riesgo en sus relaciones sexuales. Que sean responsables con sus declaraciones y actitudes.
Que a la iglesia no le guste el condón, que no le gusten los anticonceptivos, que no le guste que nos amemos como mejor creamos, está bien, pueden opinar. Pero hay que tener prudencia, y más cuando se está hablando de un tema tan delicado como el SIDA. Está científicamente probado que el uso del condón de una manera correcta y constante prácticamente elimina los riesgos de transmisión de enfermedades sexuales como el SIDA.
El continente africano tiene aproximadamente 25 millones de afectados por el Síndrome de InmunoDeficiencia Adquirida. En total, en el mundo hay unos 34 millones de afectados. Está clara la gravedad de dicha enfermedad en África. Es un despropósito practicar desde los púlpitos sagrados una política de no uso del condón como medio para evitar la infección del SIDA, entre otras muchas enfermedades. No entiendo por qué la iglesia no acepta el uso del condón como medio de protección en las relaciones sexuales. ¿Qué tiene de malo? De hecho, su uso es muy beneficioso.
Es un acto de irresponsabilidad absoluta y no deberíamos aceptar que una institución tan importante sea capaz de defender estas falacias. Todas las personas debemos denunciar estas declaraciones del papa desde un punto de vista racional y humano, pues proponiendo relaciones sexuales sin protección multiplicamos el riesgo de contagio y, por lo tanto, de infecciones que es sinónimo de muerte en los países desarrollados y en vía de desarrollo. Tanto que defienden la vida, y ahora proponen relaciones de riesgo que conllevan a la muerte, mucha contradicción.
Por otro lado, tenemos el problema en África del acceso a los medicamentos adecuados para tratar a las personas ya infectadas de VIH. Desde los países desarrollados y a través de las vergonzosas patentes, estamos privando a los gobiernos africanos (y otros países en vía de desarrollo en Hispano America ) de utilizar medicamentos científicamente probados para mantener y preservar la vida de las personas afectadas de SIDA. De hecho, en los países desarrollados nadie muere por SIDA, se ha conseguido alargar la vida considerablemente de los enfermos con una calidad relativamente alta. Pero esto no ocurre en países subdesarrollados, ¿Por qué?
La respuesta es sencilla: Prima el desarrollo económico de las farmacéuticas sobre la vida humana. Las patentes suponen un encarecimiento considerable de medicamentos básicos para atacar enfermedades como el VIH, no se deja que se fabriquen genéricos considerablemente mucho más baratos. Dichas patentes no pueden ser sufragadas por estos países, y por lo tanto, no pueden tratar a sus pacientes.
Estamos hablando de vidas humanas. Vidas que valen, o deberían de valer, lo mismo que la de las personas de países desarrollados, pero parece que miramos hacia otro lado. En forma de patentes estamos privando a la gente del acceso a los avances científicos que, en el campo de la medicina en este caso, ha realizado la humanidad. Porque estos avances son consecuencia de un trabajo y desarrollo de toda la sociedad y nadie debería apropiarse de unos asquerosos derechos económicos sobre estos hallazgos. Y digo que toda la sociedad está implicada en el desarrollo científico, tecnológico y económico porque es así, todas las personas son necesarias para el funcionamiento de la sociedad y por lo tanto, del avance de la misma. Todas las tareas son necesarias para nuestro correcto funcionamiento, y así, deberíamos de disfrutar de nuestros avances.
Cuando una patente se usa como excusa para la investigación y desarrollo, estamos primando el desarrollo egoísta sobre el humano. Gran parte de la investigación científica de cualquier país desarrollado está subvencionada por el Gobierno de turno. No podemos pensar en el avance científico sin la intervención del Estado. ¿Qué sería de las empresas farmacéuticas en particular sin esta intervención? ¿Habrían podido investigar sin el apoyo directo, en forma de subvenciones, e indirecto (infraestructuras)? ¿Habrían podido avanzar tan rápidamente?
Yo creo que no estaríamos en los niveles de desarrollo actuales sin la intervención del estado, por lo que es ridículo plantear patentes millonarias cuando estamos hablando de salvar vidas humanas. La ciencia tiene la gran capacidad de ser producto de un desarrollo humano que nos corresponde a todos, y debería de ser de conocimiento y uso universal. ¿No sería ridículo aplicar una patente a la ley de la gravedad de Newton, y cada vez que la queramos usar debiéramos pagar por ello? Y así con un sinfín de leyes científicas que, de no ser por su uso público y universal, no hubiéramos podido avanzar en nuestro conocimiento actual.
Hay casos extremos en los que las patentes se pueden abolir, entre ellos los casos de epidemias. El SIDA en África es un caso extremo, por lo que se debería aplicar inmediatamente una abolición de la patente sobre los retrovirales para mantener vidas humanas.
Hay que apoyar el uso del condón como medio de prevención de dichas enfermedades, pues está científicamente probado y, por lo tanto, cualquier declaración en contra de su uso es una falacia, además de poco o nada moral.
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