martes, 21 de septiembre de 2010

Dos y dos son cinco ...............

“Alguien se ha empeñado en hacernos creer que dos y dos son cinco. Pero no lo hacen mal, son convincentes, lo repiten una y otra vez, lo hacen con seguridad, con firmeza. Por la mañana, por la tarde, por la noche, una y otra vez, una y otra vez.
Y de vez en cuando, para reforzar la idea nos dan pruebas para demostrarlo, aunque quien lo hace procura que no sean demasiadas, no interesa. Las pruebas sobre las ideas que se quieren imponer tienen que estar espaciadas en el tiempo, deben ser pocas, pero han de ser directas, rápidas, rotundas. Si siempre se están ofreciendo pruebas sobre lo evidente, el hartazgo nos hará pensar y utilizar la razón, pero eso no interesa por que ambos verbos se conjugan en dirección a la duda.
Si alguien se sale del guión y dice que dos y dos son cuatro, hay un par de métodos para expulsarlo del camino de corrección que han escrito. El primero de ellos es ignorarlo, a lo sumo, sonreir con desprecio, girar la cabeza y hacer que no se ha oído. El segundo método es mas expeditivo, destruir al mensajero, insultarlo, vejarlo, hacer ver al mundo que quien dice tal barbaridad, que dos y dos son cuatro, busca el desorden, aniquilar la convivencia, destruir, enfrentar.
Durante los últimos días nos han recordado que el mundo vive en la inseguridad, que estamos en peligro, que buscan aniquilarlos a consecuencia de un puñado de exageraciones, mentiras, excusas, justificaciones. Nos vuelven a pedir que recortemos nuestras libertades en nombre de la seguridad porque como dos y dos son cinco, es necesario hipotecar nuestra libertad para poderla pagar en cómodos plazos que durarán lo que dure la amenaza, es decir, lo que ellos quieran. Al hipotecar nuestra libertad la ponemos en manos de otros, otros que la utilizarán para hacer la guerra en su nombre, pero cuando la libertad se hipoteca, jamás se recupera. Irak, Afganistan….. ha sido la última excusa para que quienes nos quieren hacer creer que dos y dos son cinco, no importa la cantidad de exageraciones y medias verdades que nos han dicho , para ellos importa el resultado, obligarnos reducir nuestra libertad y hacernos creer que es necesario que sea así. Lo que sorprende, lo que despedaza el alma es que han convencido a medio mundo.
Me llamarán loco pero prefiero la presunta inseguridad en la que dicen que vivimos que perder la libertad.
Queda una esperanza, que el mundo esté lleno de locos, de locos de atar, extraviados del pensamiento único que siguen convencidos de que dos y dos son cuatro.”

Dos y dos son cinco..........

“Alguien se ha empeñado en hacernos creer que dos y dos son cinco. Pero no lo hacen mal, son convincentes, lo repiten una y otra vez, lo hacen con seguridad, con firmeza. Por la mañana, por la tarde, por la noche, una y otra vez, una y otra vez.
Y de vez en cuando, para reforzar la idea nos dan pruebas para demostrarlo, aunque quien lo hace procura que no sean demasiadas, no interesa. Las pruebas sobre las ideas que se quieren imponer tienen que estar espaciadas en el tiempo, deben ser pocas, pero han de ser directas, rápidas, rotundas. Si siempre se están ofreciendo pruebas sobre lo evidente, el hartazgo nos hará pensar y utilizar la razón, pero eso no interesa por que ambos verbos se conjugan en dirección a la duda.
Si alguien se sale del guión y dice que dos y dos son cuatro, hay un par de métodos para expulsarlo del camino de corrección que han escrito. El primero de ellos es ignorarlo, a lo sumo, sonreir con desprecio, girar la cabeza y hacer que no se ha oído. El segundo método es mas expeditivo, destruir al mensajero, insultarlo, vejarlo, hacer ver al mundo que quien dice tal barbaridad, que dos y dos son cuatro, busca el desorden, aniquilar la convivencia, destruir, enfrentar.
Durante los últimos días nos han recordado que el mundo vive en la inseguridad, que estamos en peligro, que buscan aniquilarlos a consecuencia de un puñado de exageraciones, mentiras, excusas, justificaciones. Nos vuelven a pedir que recortemos nuestras libertades en nombre de la seguridad porque como dos y dos son cinco, es necesario hipotecar nuestra libertad para poderla pagar en cómodos plazos que durarán lo que dure la amenaza, es decir, lo que ellos quieran. Al hipotecar nuestra libertad la ponemos en manos de otros, otros que la utilizarán para hacer la guerra en su nombre, pero cuando la libertad se hipoteca, jamás se recupera. Irak, Afganistan….. ha sido la última excusa para que quienes nos quieren hacer creer que dos y dos son cinco, no importa la cantidad de exageraciones y medias verdades que nos han dicho , para ellos importa el resultado, obligarnos reducir nuestra libertad y hacernos creer que es necesario que sea así. Lo que sorprende, lo que despedaza el alma es que han convencido a medio mundo.
Me llamarán loco pero prefiero la presunta inseguridad en la que dicen que vivimos que perder la libertad.
Queda una esperanza, que el mundo esté lleno de locos, de locos de atar, extraviados del pensamiento único que siguen convencidos de que dos y dos son cuatro.”

En nombre de Dios….....

El refranero popular rezuma profunda sabiduría: Una buena capa, todo lo tapa. Una buena capa puede tapar los actos más repulsivos.
Cuando el hombre primitivo empezó a pergeñar la idea de un Dios pantocrátor y todopoderoso, pronto descubrió que la Divina Capa de Dios le brindaba impunidad para dar rienda suelta a sus instintos más abyectos.
Cuando las primeras agrupaciones humanas codiciando las riquezas de sus vecinos (agua, caza, mujeres, tierra fértil, etc.), emprendieron agresiones de rapiña, lo hicieron al grito de ¡Luchemos contra ellos, que nuestro Dios es más poderoso que el suyo! En nombre de Dios se perpetraron masacres sin fin.
Las grandes religiones con su cúpula autocrática y burocratizada, azuzó estos sentimientos. Al crédulo se le llamó “creyente” y se impuso la “creencia” por el terror. Muchos pedían a gritos que se les engañara. Eran los buenos “creyentes”, mientras que a los demás se les mandaba a galeras o a la hoguera, todo ello en nombre de Dios. Los organizadores de las “Cruzadas”, bajo histérico grito del Preste Juan, ¡Dios lo quiere!, lanzaron ejércitos de desarrapados contra poblaciones del Próximo Oriente, saqueando y masacrando a su paso.
En Europa, los monarcas absolutistas y despóticos, se arroparon con el manto divino, en nombre de Dios, para “guerras de religión”, en realidad de destrucción, para satisfacer así su megalomanía y sus ansias de riquezas. Los conquistadores españoles de América, expoliaron las riquezas del llamado “Nuevo Mundo”, especialmente el oro y la plata, a “cristazo limpio”, es decir en nombre de Dios, y mientras masacraban a quienes osaban resistir la invasión, enviaban estos expolios a España, no para mejorar la penosa condición de sus súbditos, sino para financiar desastrosas “guerras de religión” en lejanos países.
En las respectivas retaguardias, el nombre de Dios seguía haciendo estragos. El Santo Oficio de la Inquisición perseguía con saña a quienes no aceptaban ser sumisos borregos de los jerarcas religiosos. La sumisión y la negación de la propia personalidad se exigían en nombre de Dios. Términos como Las esclavas del Señor, El Divino Pastor, la oveja descarriada, el Pastor de almas, etc. reflejaban la política de la cúpula religiosa de reducir a sus fieles a la condición de sumisos borregos.
Desde los inicios del Cristianismo, éste consideraba la esclavitud como institución natural. Con la expansión del colonialismo europeo se consideró a África como la gran cantera de esclavos. Piadosos traficantes de esclavos, todos ellos buenos cristianos, que actuaban en nombre de Dios, arrasaron poblados enteros enriqueciéndose con el tráfico esclavista. En las costas del Índico, piadosos creyentes musulmanes, también en nombre de Dios (Allah) realizaban prácticas similares. En Estados Unidos, Cuba, y otros territorios americanos, buenos cristianos explotaban a los esclavos procedentes de Africa. En 1865, el presidente sureño, jefferson davies, afirmaba: Dios ha regalado los negros al hombre blanco, y oponerse a la esclavitud es ofender a Dios, rechazando el obsequio que le ha hecho. Todavía en la década de 1950, una prestigiosa revista islamista, Al Hadi al Islami (editada en Libia antes del régimen de Gadafi), proclamaba solemnemente que La esclavitud es una institución grata a Dios (Allah).
Durante varios siglos, en la terminología de los seguros marítimos, las pérdidas de navíos o daños por ellos sufridos por tempestades, choque con arrecifes, incendios accidentales, etc. se decía eran debidos a Acts of God (Actos de Dios), pues creían que estas desgracias eran obra de Dios. El concepto de Dios como un ser iracundo y vengativo impregna siglos de teología cristiana. El célebre himno Dies Irae (el día de la Ira), se refiere a la ira de Dios, que castiga a sus enemigos, y ha estado presente en oficios religiosos durante siglos hasta recientemente. Quien no está conmigo está en contra de mí , Jesucristo . No vale la neutralidad. Para los cristianos, quien no renuncia a su propia personalidad convirtiéndose en un monigote en manos de quienes se arrogan la representatividad de Dios en este mundo, serán víctimas, más tarde o más temprano, de la ira de Dios.
Por otra parte, este Dios arrogante e iracundo, no quiere mancharse sus divinas manos con sangre inocente. Para ello tiene un perfecto comodín, el Demonio, que le hace el trabajo sucio; en el infierno, tortura eternamente a quienes, en este mundo traidor, no se han resignado al papel de peleles, y han pensado por su cuenta y riesgo.
Todavía, a mediados de la década 1950-60, el sacerdote Monseñor Galindo, en un famoso templo de la calle de Serrano, Madrid, afirmaba categóricamente: Terremoto en Chile: diez mil muertos… ¡es la ira del Señor que nos castiga por no rezar bastante! Es decir, ejerce su ira en este mundo y también en el otro, ¿o no? ¿No será este Dios sino el producto de la desbordada imaginación humana, azuzada convenientemente por sus beneficiarios? De ahí el interés de estos en que la gente no piense… pero Cogito ergo sum , pienso, luego existo, (Descartes) y E pur si muove , Sin embargo, se mueve , (Galileo Galilei).

La IN-diferencia : Apaga y vámonos...

Cuando la reflexión íntima hace posible encontrarnos de frente con nuestras más solventes soledades, es fácil llegar a la conclusión de que demasiados actos de la vida son episodios de un permanente culebrón sobreactuado.
Demasiadas veces la convivencia y sus consecuencias nos convierten en diminutos actores o actrices , hámsters girando sobre una rueda sin fin, enjaulados por relaciones que lo único que aportan es más aceite para que esa rueda nos fuerce, con más agilidad y perversión, a insistir en la permanente fatiga del avance hacia la nada.
La mejor puerta de salida de esa jaula es la indiferencia, esa actitud que toma su mayor fuerza y dignidad cuando brota desde la indignación.
La indiferencia es el "apaga y vámonos" de la convivencia, el amianto que nos protege de los fuegos con los que otros quieren asar y condimentar nuestros sentimientos . Porque el amor y el odio, aunque sea desde extremos bien opuestos, siempre aproximan; porque lo único que definitivamente separa es la indiferencia.
Luchar contra lo que no interesa es una opción muy personal. Pero la lucha muchas veces provoca la contrarréplica, el uno frente al otro: la rueda de las malditas historias interminables.
La indiferencia es envolverse de la suficiente indignación para irse sin ruido, recuentos ni historia. Es el adiós de boca cerrada, aquella en la que, como dice el dicho popular, no entran moscas .

¡Y llegó la primavera!

Aunque existe una discusión acerca del verdadero inicio de la primavera - algunos científicos lo fijan el 21 de septiembre y otros el 23 - lo cierto es que ya entramos en la época de las flores, el calor, la vida al aire libre, el amor y, por supuesto, las alergias.

"La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido" (Antonio Machado) .

"Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera" (Pablo Neruda).


Estar "en la primavera" de la vida; cumplir "primaveras"; intentar liberarse de una dictadura en "la primavera de Praga". No hay duda: la primavera estará siempre asociada a sensaciones agradables, de alegría, renovación y belleza.
Estación favorita de poetas y románticos de todas las épocas, la primavera es el símbolo de la renovación de la vida. "La alegoría de la primavera", el famoso cuadro de Sandro Boticceli, nos muestra el renacer de la vida; el poema "Doña Primavera", de Gabriela Mistral, enumera las virtudes de la estación más querida.
Tras el invierno, llegan el calor, las flores, el canto de los pájaros, las jugosas frutas y la posibilidad de disfrutar al aire libre junto a toda la familia y los amigos.
Las noches se acortan, porque el Sol se va ocultando cada día más tarde, y comienzan a reverdecer los árboles, las plantas y los campos.
Pese a todo lo bello que trae consigo la primavera, no podemos negar que existen personas que no disfrutan tanto de esta hermosa estación.
Es que los alérgicos la ven feo durante estos meses. Se suenan y estornudan mucho en esta época, por la excesiva producción de polen, con el pasto, la maleza .....
Y claro, no es fácil apreciar los "milagros" de la naturaleza con los ojos irritados e hinchados, con secreciones nasales, con picazón en el paladar, congestión nasal y a estornudo limpio.
¿Pero cuándo comenzamos a disfrutar, o algunos a sufrir? Desde siempre ha existido una discusión entre los científicos y astrónomos acerca del momento exacto en que comienza la primavera. Algunos dicen que es el 21 de septiembre, y otros aseguran que es dos días más tarde.
Día = noche
Lo único cierto es que la primavera comienza en el hemisferio sur cuando se produce el equinoccio de otoño en el hemisferio norte, y finaliza el 20 de diciembre con el solsticio de verano, o de invierno en el hemisferio norte.
El Sol aparece exactamente por el este y se pone exactamente por el oeste.
¿Cómo se produce este fenómeno? En el mes de septiembre la luz del Sol se proyecta sobre la Tierra de forma uniforme, es decir, los rayos del Sol alumbran de igual modo tanto al hemisferio sur como al hemisferio norte.
Cuando esto sucede, se dice que la Tierra está en equinoccio; ese es el lugar de su órbita. Así, al empezar la primavera, la duración del día es igual a la de la noche.
En otras palabras, en el equinoccio los dos polos se encuentran a la misma distancia del Sol y los días tienen la misma duración que las noches.