“Alguien se ha empeñado en hacernos creer que dos y dos son cinco. Pero no lo hacen mal, son convincentes, lo repiten una y otra vez, lo hacen con seguridad, con firmeza. Por la mañana, por la tarde, por la noche, una y otra vez, una y otra vez.
Y de vez en cuando, para reforzar la idea nos dan pruebas para demostrarlo, aunque quien lo hace procura que no sean demasiadas, no interesa. Las pruebas sobre las ideas que se quieren imponer tienen que estar espaciadas en el tiempo, deben ser pocas, pero han de ser directas, rápidas, rotundas. Si siempre se están ofreciendo pruebas sobre lo evidente, el hartazgo nos hará pensar y utilizar la razón, pero eso no interesa por que ambos verbos se conjugan en dirección a la duda.
Si alguien se sale del guión y dice que dos y dos son cuatro, hay un par de métodos para expulsarlo del camino de corrección que han escrito. El primero de ellos es ignorarlo, a lo sumo, sonreir con desprecio, girar la cabeza y hacer que no se ha oído. El segundo método es mas expeditivo, destruir al mensajero, insultarlo, vejarlo, hacer ver al mundo que quien dice tal barbaridad, que dos y dos son cuatro, busca el desorden, aniquilar la convivencia, destruir, enfrentar.
Durante los últimos días nos han recordado que el mundo vive en la inseguridad, que estamos en peligro, que buscan aniquilarlos a consecuencia de un puñado de exageraciones, mentiras, excusas, justificaciones. Nos vuelven a pedir que recortemos nuestras libertades en nombre de la seguridad porque como dos y dos son cinco, es necesario hipotecar nuestra libertad para poderla pagar en cómodos plazos que durarán lo que dure la amenaza, es decir, lo que ellos quieran. Al hipotecar nuestra libertad la ponemos en manos de otros, otros que la utilizarán para hacer la guerra en su nombre, pero cuando la libertad se hipoteca, jamás se recupera. Irak, Afganistan….. ha sido la última excusa para que quienes nos quieren hacer creer que dos y dos son cinco, no importa la cantidad de exageraciones y medias verdades que nos han dicho , para ellos importa el resultado, obligarnos reducir nuestra libertad y hacernos creer que es necesario que sea así. Lo que sorprende, lo que despedaza el alma es que han convencido a medio mundo.
Me llamarán loco pero prefiero la presunta inseguridad en la que dicen que vivimos que perder la libertad.
Queda una esperanza, que el mundo esté lleno de locos, de locos de atar, extraviados del pensamiento único que siguen convencidos de que dos y dos son cuatro.”
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