martes, 21 de septiembre de 2010

En nombre de Dios….....

El refranero popular rezuma profunda sabiduría: Una buena capa, todo lo tapa. Una buena capa puede tapar los actos más repulsivos.
Cuando el hombre primitivo empezó a pergeñar la idea de un Dios pantocrátor y todopoderoso, pronto descubrió que la Divina Capa de Dios le brindaba impunidad para dar rienda suelta a sus instintos más abyectos.
Cuando las primeras agrupaciones humanas codiciando las riquezas de sus vecinos (agua, caza, mujeres, tierra fértil, etc.), emprendieron agresiones de rapiña, lo hicieron al grito de ¡Luchemos contra ellos, que nuestro Dios es más poderoso que el suyo! En nombre de Dios se perpetraron masacres sin fin.
Las grandes religiones con su cúpula autocrática y burocratizada, azuzó estos sentimientos. Al crédulo se le llamó “creyente” y se impuso la “creencia” por el terror. Muchos pedían a gritos que se les engañara. Eran los buenos “creyentes”, mientras que a los demás se les mandaba a galeras o a la hoguera, todo ello en nombre de Dios. Los organizadores de las “Cruzadas”, bajo histérico grito del Preste Juan, ¡Dios lo quiere!, lanzaron ejércitos de desarrapados contra poblaciones del Próximo Oriente, saqueando y masacrando a su paso.
En Europa, los monarcas absolutistas y despóticos, se arroparon con el manto divino, en nombre de Dios, para “guerras de religión”, en realidad de destrucción, para satisfacer así su megalomanía y sus ansias de riquezas. Los conquistadores españoles de América, expoliaron las riquezas del llamado “Nuevo Mundo”, especialmente el oro y la plata, a “cristazo limpio”, es decir en nombre de Dios, y mientras masacraban a quienes osaban resistir la invasión, enviaban estos expolios a España, no para mejorar la penosa condición de sus súbditos, sino para financiar desastrosas “guerras de religión” en lejanos países.
En las respectivas retaguardias, el nombre de Dios seguía haciendo estragos. El Santo Oficio de la Inquisición perseguía con saña a quienes no aceptaban ser sumisos borregos de los jerarcas religiosos. La sumisión y la negación de la propia personalidad se exigían en nombre de Dios. Términos como Las esclavas del Señor, El Divino Pastor, la oveja descarriada, el Pastor de almas, etc. reflejaban la política de la cúpula religiosa de reducir a sus fieles a la condición de sumisos borregos.
Desde los inicios del Cristianismo, éste consideraba la esclavitud como institución natural. Con la expansión del colonialismo europeo se consideró a África como la gran cantera de esclavos. Piadosos traficantes de esclavos, todos ellos buenos cristianos, que actuaban en nombre de Dios, arrasaron poblados enteros enriqueciéndose con el tráfico esclavista. En las costas del Índico, piadosos creyentes musulmanes, también en nombre de Dios (Allah) realizaban prácticas similares. En Estados Unidos, Cuba, y otros territorios americanos, buenos cristianos explotaban a los esclavos procedentes de Africa. En 1865, el presidente sureño, jefferson davies, afirmaba: Dios ha regalado los negros al hombre blanco, y oponerse a la esclavitud es ofender a Dios, rechazando el obsequio que le ha hecho. Todavía en la década de 1950, una prestigiosa revista islamista, Al Hadi al Islami (editada en Libia antes del régimen de Gadafi), proclamaba solemnemente que La esclavitud es una institución grata a Dios (Allah).
Durante varios siglos, en la terminología de los seguros marítimos, las pérdidas de navíos o daños por ellos sufridos por tempestades, choque con arrecifes, incendios accidentales, etc. se decía eran debidos a Acts of God (Actos de Dios), pues creían que estas desgracias eran obra de Dios. El concepto de Dios como un ser iracundo y vengativo impregna siglos de teología cristiana. El célebre himno Dies Irae (el día de la Ira), se refiere a la ira de Dios, que castiga a sus enemigos, y ha estado presente en oficios religiosos durante siglos hasta recientemente. Quien no está conmigo está en contra de mí , Jesucristo . No vale la neutralidad. Para los cristianos, quien no renuncia a su propia personalidad convirtiéndose en un monigote en manos de quienes se arrogan la representatividad de Dios en este mundo, serán víctimas, más tarde o más temprano, de la ira de Dios.
Por otra parte, este Dios arrogante e iracundo, no quiere mancharse sus divinas manos con sangre inocente. Para ello tiene un perfecto comodín, el Demonio, que le hace el trabajo sucio; en el infierno, tortura eternamente a quienes, en este mundo traidor, no se han resignado al papel de peleles, y han pensado por su cuenta y riesgo.
Todavía, a mediados de la década 1950-60, el sacerdote Monseñor Galindo, en un famoso templo de la calle de Serrano, Madrid, afirmaba categóricamente: Terremoto en Chile: diez mil muertos… ¡es la ira del Señor que nos castiga por no rezar bastante! Es decir, ejerce su ira en este mundo y también en el otro, ¿o no? ¿No será este Dios sino el producto de la desbordada imaginación humana, azuzada convenientemente por sus beneficiarios? De ahí el interés de estos en que la gente no piense… pero Cogito ergo sum , pienso, luego existo, (Descartes) y E pur si muove , Sin embargo, se mueve , (Galileo Galilei).

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