sábado, 18 de septiembre de 2010

LA IGUALDAD DE GÉNERO

La Gazeta Magazzin
Javier Perez de Lema




Las desigualdades de género siguen presentes en nuestra sociedad y parecen heredarse de generación en generación. Se han dado pasos hacia la plena igualdad pero el camino que queda por recorrer aún es largo y difícil debido a que el alcanzar dicha igualdad depende a su vez de otros factores sociales, económicos y culturales.
Las desigualdades de género siguen patentes en nuestra sociedad debido a que ciertos estereotipos insisten en clasificar al hombre y a la mujer como dos seres desiguales en papeles, roles, características… La reivindicación por la igualdad de género ha puesto en el punto de mira el papel de la escuela como agente educador en valores. La escuela puede y debe erigirse como una de las principales entidades para encabezar la lucha por el cambio social.
Desde un punto de vista biológico si es posible distinguir entre dos sexos, pero cuando distinguimos entre ambos de forma psicosocial estamos cayendo en la discriminación por género. El género es únicamente una realidad cultural. Los objetos (silla, coche, libro…) tienen género femenino o masculino debido a una designación puramente sociocultural, que depende de la visión de cada sociedad. Lo grave es cuando también de manera sociocultural asignamos roles a las personas en razón de su género, y tachamos de “sentimental” a las mujeres y de “duros” a los hombres. Esto lleva a que las mujeres adopten un rol más sumiso y los hombres, desde niños, asuman un papel más inflexible, menos tierno y más violento, que incluso podría no corresponderse con su verdadera personalidad pero con la que estarían socialmente obligados a identificarse. Estamos, pues, alterando la personalidad de estas personas y su rol social.



La escuela puede y debe ayudar a corregir dicha manipulación socio-cultural. Dicha misión no es fácil ni pueden llevarla a cabo únicamente los profesores/as sin ayuda de las familias y de la sociedad en general. La inclusión en el currículo de los temas transversales pone de manifiesto la necesidad de educar en valores. Uno de los temas transversales es “La educación para la igualdad de oportunidades entre sexos”, pues por increíble que parezca, aún vivimos en una sociedad machista, que discrimina a la mujer por el mero hecho de ser mujer. Por ello, desde niños tienen que aprender a respetar un derecho básico de cualquier persona: el derecho a la igualdad entre sexos. Y por supuesto, el derecho a la igualdad en razón de raza o creencia. Pasamos pues a hablar de coeducación, que no es sino una educación basada en la igualdad y el respeto.
Hoy en día, la equidad de oportunidades no es una realidad social y para llegar a dicha igualdad no es suficiente con una educación mixta, pues muchas desigualdades escapan a lo meramente formal o aparente para ocultarse tras pensamientos fuertemente asentados en nuestra forma de ver el mundo, como por ejemplo que sexo y género son una misma cosa.
La coeducación debe comenzar desde que los alumnos/as son pequeños, por ello utilizaremos las actividades en grupo, el juego y el deporte. Los seres humanos a medida que interactuamos con seres de nuestra misma edad vamos desarrollando una serie de actitudes y comportamientos que con el paso de no mucho tiempo se asientan para siempre en nuestra personalidad.
Usar el “deporte” como vehículo para fomentar valores, actitudes y normas, ya que al practicar deporte y hacer ejercicio físico fomentamos la importancia de tomar en serio nuestra salud mental y física, establecemos normas de respeto hacia los demás como no usar la violencia, respetar turnos… y ponemos en práctica una interactuación unisex. Ya pasó de moda el que los chicos juegan al fútbol, el deporte masculino por excelencia, y las chicas al voleibol, por poner un ejemplo, pues de esta manera seguimos fomentando diferencias que provienen de hechos socioculturales como que el fútbol es un deporte de chicos por su dureza. De esta manera, asociamos dureza o violencia con chicos, de tal forma que cuando estos chicos crecen llevan consigo una carga violenta que a veces se manifiesta en “maltrato físico” hacia las mujeres, a las que ven más débiles e inferiores.
A veces la práctica de juegos o de deporte de manera discriminatoria crea hábitos de conducta discriminatorios y agresivos. Parte de estos problemas podrían evitarse con una mejor coeducación desde pequeños en el seno familiar y en el ámbito escolar. La escuela y la familia constituyen la base de nuestra educación y de ellas debemos extraer una idea clara: “Nuestros valores y patrones de comportamiento no dependen de nuestro sexo sino de la educación recibida a lo largo de nuestra vida”.

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