El diccionario de la RAE define reputación como “opinión que se tiene de alguien o algo, fama o prestigio”.
Todos y todas tenemos una reputación, buena, mala o regular, que nos precede. Es obvio que dependiendo de la calidad de nuestra reputación tendremos más o menos aceptación en un círculo social.
Cuando alguien desea entrar en política lo primero que hace es lavar su reputación. Y es que nadie ha sido un santo siempre a lo largo de su vida. Aquellos aspirantes a políticos comienzan con tiempo sus campañas, comenzando por agradar a aquellos votantes que no albergan un buen concepto de él o ella debido a la reputación almacenada.
La mala reputación se limpia generalmente soltando un digo donde antes se dijo diego. Quien robó ahora es honrado, quien insulto ya es bien hablado, el maricón se vuelve macho, y el putón verbenero en esposa, madre y hasta santa santísima.
Pero hay quien saca provecho a la mala reputación, que solo es mala a ojos de ciertas minorías. Lo que para unos pocos puede ser pecado, para la amplia mayoría se convierte en " huevos ". Quien perdía aceite para el facherío local tiene un biturbo por huevos para una buena legión de seguidores. Eso si, quien es inutil , y su reputación lo corrobora, es imbécil a todas luces, para mayoría y minorías. Y quien es auténtico lo será per secula, a pesar de que se le tache de ladrón, malversador, y se le inhabilite tantas veces como se quiera.
¡Lo que es… es! Y eso no tiene remedio. Muchas veces la mala reputación ayuda, y bien. El personal no es tan tonto para juzgar a un semejante basándose en la reputación, generalmente ficticia, que le hacen llegar sus contrarios.
Recuerdo, y me viene aquí de perlas, una canción muy vieja, pero sin duda atemporal de George Brassens, llamada “Mala Reputación”, y que decía esto:
En mi pueblo sin pretensión
Tengo mala reputación,
Haga lo que haga es igual
Todo lo consideran mal,
Yo no pienso pues hacer ningún daño
Queriendo vivir fuera del rebaño;
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Todos todos me miran mal
Salvo los ciegos es natural.
Cuando la fiesta nacional
Yo me quedo en la cama igual,
Que la música militar
Nunca me pudo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
Que el de no seguir al abanderado
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Todos me muestran con el dedo
Salvo los mancos, quiero y no puedo.
Si en la calle corre un ladrón
Y a la zaga va un ricachón
Zancadilla doy al señor
Y he aplastado el perseguidor
Eso sí que sí que será una lata
Siempre tengo yo que meter la pata
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Tras de mí todos a correr
Salvo los cojos, es de creer.
Ya sé con mucha precisión
Como acabará la función
No les falta más que el garrote
Pa' matarme como un coyote
A pesar de que no arme ningún lío
Con que no va a Roma el camino mío
Que a le gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Que a le gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Tras de mí todos a ladrar
Salvo los mudos es de pensar.
A mí, mi reputación, y la opinión de los que no me interesan en absoluto, me importa un huevo. Claro, que hay políticos y políticas, que eso no les da lo mismo.
Ella/os entraron en política intentando lavar su reputación de tonta/os y boba/os , y salieron más que zorreadas/os . Ahora, evidentemente, su reputación equivale a las seis primeras letras de la palabra.
Moraleja: dime como eres, y te devolveré tu imagen.
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